El precio de la libertad

En estos primeros días de frío, como hace ya varios años, se habla de energía. De escasez de energía más precisamente.

Las lluvias del verano y otoño no fueron suficientes para llenar las represas, y por tanto, habrá menos capacidad de generación eléctrica de lo que necesitan los friolentos Uruguayos.

Evidentemente eso es una simplificación burda de la compleja realidad energética, en un contexto de enorme crecimiento de la actividad industrial, rispideces con nuestro principal proveedor de energía, un marco regulatorio entreverado, una política contradictoria en el mejor de los casos, y una crisis energética a escala global de la que no somos ajenos, aunque queramos.

De cualquier manera las razones de fondo siempre requieren soluciones de largo plazo, y lo concreto es que ahora, en este momento, tenemos que consumir menos energía, así de simple.

La reacción del Ministerio de Energía fue implantar un plan que prescribe ciertas medidas de ahorro obligatorio para el sector público y otras voluntarias para el privado (residencias, comercios e industrias).

Estas medidas de ahorro voluntario fueron difundidas por los medios de comunicación como obligatorias, compulsivas, y me costó bastante convencer a mi abuela de que no, que nadie le iba a poner una multa por dejar la luz del porche prendida, así que no debía levantarse más temprano para apagarla.

La forma en que se propagó esta falsa información me sorprendió. Me costó aceptar que la población acataría una intromisión así de fuerte en sus vidas privadas. Después de todo, lo único que rige el consumo de electricidad son los contratos de los particulares con UTE, y nada en dichos contratos prevé semejante locura.

En el contexto de una economía de libre mercado como la nuestra, la única forma que tiene UTE de disminuir el consumo de energía eléctrica, es manipular la estructura tarifaria para fomentar el ahorro por parte de la población, quienes ejerciendo su libertad como consumidores podrán elegir si ahorrar o no.

Libertad de consumo, claro. ¿Pero a qué costo?

Bueno, la libertad de poder hacer lo que quiera dentro de mi casa, de gastar cuanta electricidad desee, me costará a mi un 5.50% de aumento en la tarifa.

Bárbaro.

El problema radica en que ese 5.50% más, también deberá pagarlo mi abuela, que acató las medidas de ahorro como si fueran obligatorias. Y deberá pagarlo un montón de gente que no gasta más que lo indispensable, simplemente porque su presupuesto así lo requiere.

No es común encontrarnos ante una situación donde la libertad tiene un precio en pesos, donde quede tan claramente marcada la relación entre egoísmo y libertad.

La mayoría de las libertades que no tenemos, a las que hemos renunciado al aceptar el vivir en sociedad, por la fuerza de la costumbre son casi invisibles para la mayoría de nosotros, en la mayoría de los casos. Está bueno que de vez en cuando recordemos que las libertades de las que gozamos afectan los intereses de otros, aveces más poderosos y a veces menos.

En este caso, ambos.

3 comentarios

  1. el fin de semana estuve en la localidad de Aguas Corrientes, en una salida de campo de Geografía Urbana, y estuve hablando entre otros con unos viejitos de ese pueblito de 1000 personas, de jubilados y desocupados y lo que queda de lo que fué una verdadera fuente de empleo -la planta de OSE- que hoy no. Ellos me contaban lo mismo que me entero ahora que a mi abuela atemoriza, que los vieran con la luz prendida.. «si quieren pasen de noche y vean, esta cuadra es una boca de lobos, nosotros nos alumbramos solo con la luz de la tele, y despues en seguida nos acostamos a dormir porque ¿que vamos a hacer?»… -inserte su reflexión aqui-

    la custion esa del ahorro, pá, yo tiemblo cuando vos hablas de libre mercado.., pero sin lugar a dudas el hecho de que el estado (y en este caso sus entes, como la UTE) de ser una manera de organización de la gente para solucionar de forma colectiva sus problemas (en este caso el acceso a la energia electrica) está completamente desvirtuada.. ..aunque sea tan solo en el imagianrio… -idem.-

  2. todo este episodio está lleno de contradicciones.
    contradicciones propias de la época que vivimos, del estado que tenemos, y de la sociedad que somos.

    me asusta un poco que nadie repare en estos contrasentidos, y que todo se acepte como si fuera inevitable, pero claro, capaz que es mucho más cómodo apagar la luz.

  3. contradicciones, sí, ni que hablar. Lo peor es acordarse de que por lo menos hasta el año 2002, era todo campañas publicitarias (e inversión directa de dinero de UTE) para incentivar el consumo de energía eléctrica: colocación de focos para iluminar las fachadas de los edificios (te regalaban los focos y la instalación!!), calderetas eléctricas o losa radiante también para calefaccionar edificios, con la compra de un calefón eléctrico te devolvían la tasa de conexión del servicio, y eso por mencionar sólo las que me tocaron directamente porque en esa época me mudé y vinieron a ofrecerlos a mi edificio.
    Y ahora todo lo contrario, consumir es malo y quienes consumen son unos déspotas.
    Lo que también me parece una locura son los KW que le regalan a los funcionarios (mi abuelo que es ex funcionario los tiene y son muchísimos, a él siempre le sobran abundante, incluso en épocas de no restricción), dijeron que estaban viendo de cambiarlos por ticket alimentación (otro curro, pero bueh), no sé en qué quedó la cosa…
    Lo de las multas yo también pensé que no era tal cosa pero el otro día escuché que estaban multando comercios que habían inclumplido.

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