Ayer a las 3 de la tarde, cuando caminaba a la parada del 7, para ir a la quebrada de San Lorenzo, me asaltó el recuerdo de Madrid. Algo completamente inesperado, de ahí el verbo escogido.
Por alguna razón sentí que había algo en el lugar o en las circunstancias, que evocaban la caminata que hice en el barrio donde vivía mi amigo Nicolás hace siete años, en las afueras de Madrid.
Luego, mientras trepaba el lecho pedregoso del río, o caminaba por los senderos de cornisa unos cien metros por encima de éste, empecé a encontrar las similitudes y diferencias entre ambos momentos.
Madrid sin dudas, tiene cosas que comparte con Salta. Para empezar, es imposible quedar ajeno al impactante catolicismo de esta ciudad. No solamente por estar plagada de templos, sino por detalles mucho más pequeños pero omnipresentes. Y algo así pasa allá también. Además la Hispanidad que desborda Salta tiene su origen en España (tautología, lo se), y eso también se nota en cada esquina.
También hay alguna similitud en las circunstancias, en ambos casos yo estaba en los primeros momentos de unas vacaciones, aunque aquellas duraron mucho más que estas. Acá hace calorcito y Madrid estaba insoportable de calurosa, precisamente por haber sucedido aquello en las mismas fechas que ahora.
Las diferencias, sin embargo, son infinitamente más que esos pocos parecidos. No sabría por dónde empezar. Las hay económicas, étnicas, culturales, idiomáticas, geográficas.
Entonces, ¿Por qué ese instante de de deja vu?
Mi conclusión es que en ambas situaciones estaba experimentando una sensación que solamente los que padecemos alergia crónica conocemos. Y es el de llegar a un lugar completamente seco (como Madrid, como Salta en invierno) y ligeramente polvoriento por esa misma razón, y sentir todos los olores del aire tibio, de un momento a otro, como si encendieran el sentido del olfato por un rato.
No estoy completamente seguro de que sea eso, puede tener que ver también con la altura (Madrid está como a 700m y salta a 1000. Tampoco me importa demasiado, les seré sincero. Pero fue un ejercicio interesante desgranar esa sensación en los momentos que me quedaba sin aire al trepar el cerro.