2010 en ciudades

Ibiza, Ibiza, España*
Cala San Vicente, Ibiza, España*
München, Bayern, Deutschland*
Boguchwała, Podkarpackie, Polska
Budapest, Budapest, Magyarország*
Postojna, Postojna, Slovensko
Algund bei Meran, Bolzano, Italia*
Praha, Praha, Česká Republika
Balatonakarattya, Veszprém Megye, Magyarország
Balatonszemes, Somogy Megye, Magyarország
Wien, Wien, Österreich
Ljubljana, Ljubljana, Slovensko
Verona, Verona, Italia
Heidenheim, Baden-Württenberg, Deutschland
Hohenösch, Bayern, Deutschland
Montevideo, Montevideo, Uruguay
Pinares de Maldonado, Maldonado, Uruguay

Lista de localidades en las que dormí al menos una noche en 2010, los marcados con * más de una no consecutiva (o sea, que volví dentro del año).

Sexta edición, si contamos la de 2009 que se perdió con el derrame cerebral que tuvo este sitio web.

Holando

La primera vez que este ignorante en economía tomó contacto con el término «Enfermedad Holandesa» fue al leer el libro de Greenspan, unos meses antes de que el viejito pidiera perdón por el papel que la FED tuvo en la gestación de la crisis financiera mundial del 2008.

Para los apurados, que no quieren leer el artículo de la wikipedia, mi definición simplista del concepto es:

El efecto negativo que el influjo de moneda extranjera causa a una economía debido a la apreciación de la moneda local frente a las del resto del mundo. El origen de este flujo suele generarse por la exportación de algún recurso natural (típicamente minerales), y su efecto se siente en la competitividad exportadora de otros sectores de la economía (típicamente el industrial).

No recuerdo el capítulo ni a qué venía la mención del concepto y lamentablemente mi copia se quedó en la casa de un amigo, en Múnich. Pero lo que sí tengo muy presente es que al leer acerca del «dutch disease», como se lo conoce en inglés, pensé que Uruguay debía haber experimentado una versión de ese fenómeno pero relacionado con las exportaciones ganaderas. De hecho me vino a la mente un artículo de Juan Grompone en el libro Uruguay Agenda 2020 donde esbozaba la idea de que Uruguay tuvo un impulso industrial fuerte a principios del siglo veinte, y que este fue desactivado por el auge de la explotación ganadera que trajeron las guerras mundiales.

Busqué afanosamente, en google, artículos que describieran la versión agrícola o ganadera de la enfermedad holandesa sin mucha suerte y luego me olvidé completamente del asunto, hasta el Jueves pasado.

Esta nota de La Diaria reseña un artículo publicado en Noviembre de 2010 por José Manuel Quijano que analiza las posibilidades de un país como el nuestro de establecer una política industrial, cuales serían sus ventajas y que características debería tener.

El texto de Quijano es muy interesante y recomiendo leerlo por sí, pero quiero detenerme solamente en el punto de la enfermedad holandesa, cito de la página 5:

Por una parte se ha hecho presente “la enfermedad holandesa”. Un incremento en el valor de las exportaciones de recursos naturales induce una apreciación del tipo de cambio que vuelve más difícil exportar otros bienes. Si el sector manufacturero ha tenido cierto desarrollo previo, como en Uruguay, y queda sometido a las dificultades para competir con los bienes importados y para exportar al resto del mundo, los efectos sobre el desarrollo global del país serán adversos. En el pasado, puesto que los precios de los bienes primarios se elevaban relativamente por periodos cortos, “la enfermedad holandesa” no llegaba a hacer erupción. Pero ahora, luego de mas de un lustro de “buenos precios” internacionales, está plenamente instalada entre nosotros.

Debo notar que entre mi primer acercamiento a este tema, en marzo de 2008 y febrero de 2011 muchas cosas han cambiado en la economía uruguaya, en particular la explosión de las exportaciones de soja y otros granos, es decir la intensificación del fenómeno agro-exportador de la mano de la agricultura. Además de esto tenemos en puertas un par de proyectos mineros de una escala jamás vista para Uruguay, por lo que el fenómeno tiene toda la pinta de intensificarse en la próxima década.

Por suerte el artículo de Quijano además de refrescar estos conceptos aporta ideas para las posibles soluciones al problema. A mi lo primero que se me ocurrió es tratar de gravar las exportaciones de los bienes que generan el flujo de moneda extranjera, y con eso hacer un fondo de estabilización como el de Chile (con el cobre) o el de Noruega (petróleo). Pero luego vino el problema de Argentina con las detracciones a las exportaciones agrícolas, algo que como también nota Quijano, deja en evidencia la dificultad de aplicar una medida similar en este caso. Acoto (nuevamente para los vagos) que el obstáculo para lograrlo es que estos fondos de estabilización andan bien cuando es el propio estado el que exporta los bienes, cosa que no se cumple para la agricultura en esta parte del mundo.

Para paliar esto, entonces, lo único viable parece ser el fomento de la diversificación de la economía, contradiciendo el precepto de la especialización productiva que la ortodoxia indica; y el camino pasa entonces por la industrialización.

En unos años sabremos cómo nos fue, pero ahora esta búsqueda trae muchos más resultados que hace cuatro años.

Amnesia

Como en las telenovelas baratas este blog se despierta, luego de un golpe en la cabeza, con amnesia.
Todo lo que sucedió desde el treinta de noviembre de 2009 hasta ahora queda solamente en el recuerdo de los visitantes (humanos o no).

Todavía no sabemos si esa amnesia es temporal o definitiva, si se podrá recuperar ese año perdido.

Como en toda telenovela barata, lo sabremos más adelante, siempre que no la levanten por bajo rating.

Las cosas que no sabía que iba a extrañar

Eze me pidió que escriba una lista de cosas de Uruguay que me sorprendí extrañando en Alemania. Me propongo entonces el raro ejercicio de escribir un post a medida, con un objetivo marcado por otra persona. Algo que si bien he hecho ya en alguna oportunidad, nunca lo había intentado con un tema así de personal.

En un primer momento pensé que esa lista sería relativamente trivial de elaborar. Después de todo, al llevar más de tres años viviendo lejos del país, hay una gran cantidad de cosas que extraño. Sin embargo me encontré añadiendo algunas que si bien son distintas a ese “allá” y aunque me molestan bastante, no puedo decir que extraño.

Podría mencionar por ejemplo lo incómodo que uno se siente al no poder predecir el clima, lo raro que es la incapacidad de orientarse dado que el sol está hacia el sur del cénit, o que el no dominar el idioma local convierta montones de tareas tan naturales como ir a una zapatería en algo que se pospone por semanas hasta que sea estrictamente indispensable.

Separar, entonces, las cosas que uno verdaderamente Extraña de la infinidad de incomodidades propias de vivir en otro sitio me exigió un esfuerzo ligeramente superior al que presuponía. Precisamente porque éstas últimas también generan muchos momentos de añoranza a la aparente simplicidad de la vida en el lugar que se dejó atrás.

Armado entonces con una lista tentativa, me dispuse a elegir de entre mis añoranzas aquellas que realmente no esperaba sentir. Porque estaba claro que yo iba a extrañar a mis afectos, la playa, los pan con grasa, etc.; pero esta lista, la que sigue, está compuesta solamente de las que no imaginaba tendría en la agenda de cosas para disfrutar en concentrado durante mis cortas visitas a Uruguay.

La lista de cosas que no imagine que extrañaría de Uruguay:

• Comida: la mayonesa, el pan, la pasta rellena y las galletas cracker
Una de las cosas que más me llamó la atención a mi llegada fue la falta de mayonesa decente y de galletas cracker. Uno puede entender que la gente acá consuma marcas alemanas, algo que por ejemplo impide adquirir snacks de frito-lay, pero para esto al menos existen algunos subrogantes (cheetos sabor a mani, anyone?); mientras tanto las marcas de mayonesa locales son intragables y la categoría de galletas cracker está completamente ausente en los supermercados. Hay otras cosas sorprendentemente inencontrables, y muchas de ellas pueden conseguirse en sitios como mate-tee.de, pero estas dos me dejaron atónito y hambriento. (Y parece que no soy el único)

A pesar de la cantidad agradablemente alta de restaurantes y tiendas de comestibles italianos en Munich, la pasta rellena de calidad es casi imposible de hallar. Yo tenía claro que la densidad de fábricas de pasta por habitante de Montevideo es más alta de lo normal, pero nunca imaginé que añoraría un simple plato de ravioles de ricota.

Por último, lo que más extraño acá es el pan. El tipo de pan más popular en Alemania son las mil variantes de Sauerteig, cuya receta consiste en fermentar un engrudo de harina integral y meterlo al horno, obteniendo como resultado un bollo muy denso, seco y ácido que se usa principalmente como sustituto de las galletitas cracker que desconocen. Nosotros, mientras tanto preferimos panificados más similares a la baguette francesa sobre todo porque le damos un uso diferente, les ponemos manteca o los mojamos en la salsa de los ravioles.

La consecuencia es que en los restaurantes resulte raro que se sirva pan blanco para acompañar la comida, incluso en los italianos, y que cuando esto sucede su calidad sea bastante mala, algo que también se aplica a las baguettes comprables en las panaderías.

Esto es consecuencia básicamente de la actitud despectiva que tienen los locales para con el pan blanco, que consideran soso, blando y bueno, de segunda. Lo interesante, además es lo sensibles que son a este tema. Uno de mis primeros faux pas al llegar acá fue responder de forma honesta y directa a la inevitable y recurrente pregunta acerca del pan local, algo que he aprendido a manejar de una manera más diplomática, explicando la diferencia en el propósito que tiene el pan para nosotros y que por lo tanto, a pesar de gustarme el suyo, no es parte de mi dieta normal.

• La lluvia, las tormentas y las nubes
Manejando bajo lluvia
No, sí, acá llueve, pero esas lluvias copiosas con truenos que duran todo el día son muy raras. También se extraña el cielo color plomo, el que te sugiere que las nubes tienen kilómetros de espesor, porque acá siempre dan la impresión de ser una capa más bien fina y pasajera, aún a pesar de cubrir el cielo por semanas enteras. Justo ayer visitando la sección de pintura flamenca del siglo 17 en la Alte Pinakothek, noté la diferencia entre las nubes de De Koninck (que son claramente europeas) de las retratadas por Frans Post en su viaje por Brasil. De lejos me di cuenta de que las de Post eran pinturas del Sur.

• El Atlántico Sur
Extrañar el mar es algo casi universal para la gente que creció en la costa. El olor a sal en el aire, el ruido de las olas a la distancia, la imagen del horizonte lejano. Estas cosas eran por supuesto previsibles, pero si bien mis visitas al Mediterráneo han mitigado en buena medida ese sentimiento, sus aguas azules no hacen mella en la visceral necesidad de ver las olas verdes y gordas destrozarse contra la orilla. El color y la fuerza del Atlántico sur es algo que necesito y que no sabía que necesitaba.

• La libertad
Multando ciclistas
Comprendo que decir que me sorprende extrañar la libertad suena como mínimo algo dramático. Pero la realidad es que, al menos en Munich, la gente transmite cierta paranoia a la vez que te recuerda a cada momento cuales son los límites a los que estás constreñido al vivir acá. Por ejemplo aquello de que los perros no pueden ladrar de noche, o como me contaron esta semana, que a un amigo el vecino del edificio de enfrente le dejó una carta en el buzón donde lo conminaba a comprarse unas cortinas porque la luz de su living le molesta para dormir. Ustedes se reirán, pero yo he recibido cartas así, y llamar a la policía porque el bebé del vecino está llorando de madrugada es algo normal acá. Entonces, cuando al salir de cinemateca18 hace unos meses crucé con roja Yaguarón, aún cuando venía un patrullero por esa calle y me di cuenta de lo bien que se sentía no tener miedo a que me multen, pidan el pasaporte, practiquen un test de drogas y saquen puntos de la libreta de conducir, entendí que extrañaba la libertad.

Debo aclarar que Munich es particularmente jodida al respecto, tanto que al visitar a un pibe que recién se mudó a Frankfurt, de las primeras impresiones que nos dio fue “Lo bueno es que acá se puede andar contramano en bici aún borracho, sin luces y de noche y la policía no te dice nada”.

• La soledad, quiero decir, el estar en un lugar sin gente
Eso de que a donde quiera que vayas haya siempre alguna persona a la vista, siempre.

• A mi con mis amigos
Hace no tanto me di cuenta de que una de las cosas que extraño al estar lejos de mis amigos es a mi mismo, a la persona que soy al compartir el tiempo con determinada gente.

• Los supermercados
En Alemania hay dos clases de supermercados. Por un lado están los baratos (penny, lidl, aldi) que pueden ser comparables solamente con los comercios de comestibles más chicos del Chuy, esos cuyas góndolas consisten en cajas de cartón colocadas en el suelo, de donde uno tiene que sacar los paquetes de azúcar rompiendo la funda de plástico que los contiene. Éstos son los más populares y donde la mayoría de la gente suele comprar con el objetivo de ahorrarse diez centavos en el Kilo de tomates.
La segunda categoría está compuesta por supermercados más parecidos a los disco de barrio, también son pequeños pero intentan ofrecer la apariencia de un servicio superior al tener góndolas propiamente dichas, estar mínimamente mejor iluminados y cobrar más caro.

De más está decir que yo frecuento la segunda clase, pero esto no resuelve los problemas que aquejan a ambas categorías por igual: en general son bastante sucios y desprolijos, las colas en las cajas son largas (algo que conlleva la desventaja de tener que soportar a la peor clase de alemán posible, el que espera para pagar en un super), la oferta de productos es bastante limitada, cierran como todos los comercios a las 8 de la noche más todos los domingos y feriados imaginables, y por ultimo y más importante, se quedan sin stock de muchos artículos por varios días. Y hablo de cosas básicas, como tomates, pan, coca cola, o incluso cerveza, sí cerveza, en Munich.

Extrañar estas cosas de los supermercados me resultó tan sorprendente a mi como a los alemanes a los que se los he mencionado. Acá nadie entiende cómo puedo extrañar los supermercados (bueno, casi nadie). Mi teoría es que están tan acostumbrados a estas falencias que ni siquiera son capaces de percibirlas y mucho menos imaginar que alguien pueda extrañarlas. La otra posibilidad es que extrañar un supermercado sea algo ridículo y frívolo. Algo que tampoco descarto.

• Manejar, y además manejar borracho
Los uruguayos que vienen a vivir a Alemania pueden conducir con su libreta durante los primeros seis meses de estancia en el país, luego de eso es necesario tomar los exámenes teórico y práctico para obtener una local. No voy a contar ahora lo difícil y caro que me resultó ese proceso. Pero la consecuencia es que en estos últimos 3 años he manejado muy muy poco y lo extraño de una forma que no imaginé. Pero además de la actividad de manejar, lo que extraño también es vivir la ciudad en la que habito desde detrás de un volante. Yo no lo sabía, pero una parte muy importante de la sensación de apropiación de una ciudad es, para mi, el poder moverme naturalmente por sus calles en auto.

Y para agregar la perla políticamente incorrecta del post, debo confesar que también extraño, y mucho, el conducir con mis sentidos alterados por el alcohol. Algo que dudo vuelva a hacer de forma habitual incluso cuando viva en un sitio menos policial que este.

• El sol, su fuerza, pero sobre todo su falta durante el invierno
Sol del mediodía
Por último, extraño el Sol. Lo extraño por su debilidad durante todo el año, lo extraño porque nunca está arriba, porque jamás vuelve diáfanos los colores del paisaje, pero sobre todo lo extraño porque durante varios meses directamente no está. En invierno la única oportunidad de verlo es al mediodía, durante la hora en que se asoma por encima de los edificios, pero eso solamente sucede si el cielo no está gris, y cuando esto pasa lo que se ve es comparable con una luna en cuarto menguante.

Como ven, la lista está compuesta tanto por cosas extrañables en tanto lejos de casa, donde quiera que sea ésta, como de cosas que solamente se pueden echar de menos al estar en Munich y al alejarse de Uruguay. Hay muchas razones para extrañar y el deshilacharlas una por una es un ejercicio muy interesante, tan interesante que me dejó cavilando en la lista casi simétrica a la que acabo de describir, y que también les dejo a continuación.

Algunas cosas que sé voy a extrañar de Munich

• Andar en bicicleta por la ciudad
Acá mi principal medio de transporte es la bici, entre otras cosas porque es el principal vehículo de la ciudad. Andar en bici en Munich fácil, rápido y seguro, claro, luego de acostumbrarse a no andar a contramano en las bicisendas y tener la chiva en regla.

• La escala de la ciudad
Vivir en Montevideo implica traslados de decenas de kilómetros para hacer casi cualquier tarea, algo que implica tiempos de desplazamiento largos, tanto sea en auto como en bondi. En ese sentido Munich es casi lo opuesto, donde yo vivo todo está a walking o biking distance, y cuando eso no pasa, el sistema de transporte público acorta las distancias de manera sustancial, aún siendo relativamente caro comparado con el de la mayoría de las ciudades europeas (2.30€ cada viaje)
Nota: Montevideo y Munich son comparables en extensión y población. Lo digo porque me reclamaron que si vivís en una ciudad de verdad, como Buenos Aires, eso de andar horas en bondi para ir a laburar es indispensable.

• Comida: el café, la pizza y los breze
Estoy seguro de que voy a extrañar el poder tomar un espresso decente en casi cualquier bar, la pizza de los restaurantes italianos que abundan en la ciudad y los breze, seguro que los breze.

La lista cien por ciento simétrica imagino que debería constar de las cosas que estoy seguro no voy a extrañar, pero esa se me antoja un complemento demasiado negativo para la idea original de Eze. Tal vez les cuente en algún momento si me equivoqué o no con esta yapa y podré armar la lista de las cosas que no imaginé extrañaría de Munich.