Me está resultando dificil escribir en este blog. Incluso esta pequeña reflexión al respecto, tal vez particularmente esta reflexión al respecto, me exige un esfuerzo bastante mayor del que estoy acostumbrado a tolerar. Sí, soy bastante holgazán.
Hay muchas razones para eso. Y la mayoría me molestan un poco.
El punto es que no me interesa escribir un blog impersonal. Soy en definitiva incapaz de escribir sin mostrar quién soy, lo que pienso y por que.
Y últimamente me he encontrado con tanto blog espantoso, o mejor dicho, escrito por gente que o bien interpreta un rol horrible en la web o directamente son gente difícil, que me da pavor siquiera parecerme a esa gente, o que este sitio se parezca a esos.
Comprendo perfectamente lo desagradable que es lo que acabo de decir más arriba. Ya les dije que estas razones me molestan. No me gusta el hecho de que me preocupe ser metido en la misma bolsa que gente horrible. No me gusta nada pensar que existe gente horrible. Y no tanto porque exista, sino por pensarlo y por querer sentirme distinto de ellos. Después de todo, todos somos iguales. ¿No?
Les tengo un lindo ejemplo de lo que estoy hablando. Hace aproximadamente un año leí en algunos de estos sitios de los que hablo montones de loas al The world is flat de Thomas Friedman. Por enésima vez, focas aplaudiendo al globalizador del Times. Y aprovechando la marabiya de tener a un par de clicks un amazon local, me lo compré junto con el libro de Greenspan.
Encaré ambos tomos con un montón de prejuicios, y si bien el viejito de la FED fue un placer de leer, a Friedman directamente no pude soportarlo.
Leí, con esfuerzo, los primeros dos capítulos y lo abandoné, con rabia incluso. Porque no puede ser tan mal escritor. No puede.
Según el historial de amazon, la orden la hice el 20 de marzo de 2008, así que desde, digamos mayo del año pasado, tengo ganas de contar este pequeño incidente literario. Pero no pude. Me resulta incluso ahora complejo el exponer mis ideas de la forma en que lo hice hace tres o cuatro años. Tengo pudor de decir estas cosas acá.
Y no se si pueda arreglar eso. Es tut mir sehr Leid.
Incluso cuando leí este artículo en The New Yorker (recomiendo, de paso, leer esa revista), donde el autor hace una descripción más bien cruel de Friedman, no me sentí lo suficientemente motivado a contarles este asunto.
Pero ahora, me encontré en el blog de Maciej con estas dos joyitas, que además de lograr que casi llore de la risa en la oficina, me anime a relatarles la historia, aunque más no sea dentro de la elipsis autoreferente en la que se ha convertido este post.