roberto carlos

Silvio Santos defiende a Roberto Carlos en la televisión brasileña de 1968.
Lo acusaban de desmasculinizar a los hombres de Brasil.

«roberto carlos usa roupa colorida, roberto carlos fez com que a joventude usasse colares, usasse medalhões, usasse anéis, usasse o amerelo, o vermelho, o azul, disseram que essa joventude talvez por causa do roberto carlos estivesse desmasculinizando, estivesse efeminada.»

(vía TH)

¿de qué más?

¿se puede hablar de otra cosa?

digo, no es que no lo vinieramos venir, pero tan asi? tan salado?

para los que viven debajo de una piedra, a google se le «escapó», mejor dicho, a alguien se le «piantó» este libro de cuentos acerca del browser de google (léanlo, vale la pena), el chrome.

como todavía no está para mac, instalé el parallels y estoy bajando un xp, mientras lo pruebo por rdc-over-ssh en una máquina del laburo… sí, así de increible.

nomás lo que hicieron con el jScript… loco, basta.

¿No se supone que ya estamos curados de esto?

Y el pobre Marcos, que lo tienen harto de preguntas. No hay derecho

no, no hay derecho

bombardero (1)

En el invierno de 2006 yo no tenía casa.

Mi familia había devuelto la casa donde hasta ese momento vivíamos y yo había decidido ya en el 2002, cuando la crisis amagó con precipitar el momento que estoy relatando ahora, que ese sería mi último hogar paterno. La cosa al final se estiró, afortunadamente, 4 años más.

Yo me debatía entre Quilmes, Munich o buscar un laburo de verdad en Montevideo y alquilar algo con Juan, quien debía de mudarse porque la novia de su compañero de apartamento estaba por instalarse definitivamente allí y la morada de solteros ya no sería tal.

Justo por esas fechas, el primo de Juan se fue a vivir a Dubai Doha y le (nos) ofreció su casa de El Pinar para que se la cuidemos y ya de paso nos encargáramos de la puru.

Yo terminé viviendo ahí creo que una semana o dos solamente, porque para cuando todo se concretó, yo ya tenía pasaje de ida (venida) a Munich, y la última semana en Montevideo no podía pasarla en otro sitio que en la nueva casa de mis viejos.

De esos pocos días de otoño en El Pinar, recuerdo principalmente los viajes suicida en auto por la rambla de Canelones, pero no por lo largos (agregaban escasos 20 minutos al trayecto), sino por la música.

Fabrizio (no Juan sino el otro) venía seguido a «casa» porque estaba preparando los visuales para el toque en la Linterna Mágica de Solar, que acababa de grabar un demo. Los videitos prometían, y la música, de tanto sonar, pero sobre todo de buena, me generaban la doble obsesión de no poder dejar de escucharla, y de saber que mi fecha de partida sería anterior a ese toque.

Por eso les afané unos mp3 del demo.
Mp3 que sonaban en cada trayecto ramblero en la radio destrozada del polonez a todo lo que sus parlantuchos aguantaban, siempre que el cable del adaptador del casetero le permitiera al pequeño reproductor, ya anciano, enviar las señales sin demasiada distorsión a través del cable palmado.

Mis viajes en auto eran eso, bombardero, o sueño liviano, esquivando las dársenas asesinas sin luces ni señalización de la rambla canaria, en el medio de la niebla o la llovizna que signaban esos días.

Ahora que Mañana múltiple está en la calle, Solar toca cada dos por tres, y yo los pongo en el flamate iPod yendo en bici a laburar, deseando que el azar haga coincidir mi próxima visita a Montevideo con uno de sus toques.

Ustedes que pueden, véanlos, antes de que crezcan.