A fines del año pasado nos compramos con un amigo el libro «The long tail» de Chris Anderson a poco tiempo de haber sido finalmente editado, y hará cosa de un mes me tocó el turno de leerlo.
En aquel momento, yo tenía varias razones para estar pendiente de su salida a la venta.
Por un lado, las ideas que Anderson presenta en libro son muy interesantes. Al menos a mi, me resultaron apasionantes desde que hace casi ya dos años, apareciera en la Wired el artículo seminal sobre el tema.
Bueno, en realidad, esos conceptos me interesaban desde antes, solamente que este pibe las organizó, fundamentó y promocionó de una forma difícilmente superable. Los que visitan el abra seguido lo saben bien.
Para la gente cuya realidad tiene un gran componente online, como la mayoría pero no la totalidad de los lectores de este blog, el buzzword «The long tail» está más que explicado. Y no es casual. Anderson no es el editor de Wired por que sí. Su habilidad para convertir un simple artículo en un fenómeno mundial, usando de la mejor forma posible cada uno de los canales generadores de hype que existen hoy en día, es digno de un libro en sí mismo.
Y justamente, uno de esos canales, es un blog. Un sitio como este que fue usado durante casi un año para ensayar ideas sobre el libro, pedir ayuda con análisis de datos, y claro, generar expectativa.
Y esa es otra de las razones por las que tenía muchas ganas de leer ese libro. Porque lo había visto escribir, y quién sabe, hasta dado una mano con los comentarios que dejé el el blog. Está bueno participar en la cocina de un producto cultural. Es raro, pero a veces siento una cosa así con los artículos de algunos periodistas de laDiaria, y las ideas discutidas en los comentarios de sus respectivos blogs.
Pero la última razón tiene poco que ver con el contenido del libro, doblemente poco que ver. Precisamente, para cuando lo tuve en mis manos, lo que el libro decía, los conceptos, los números y hasta los ejemplos que estaban adentro, no me resultaban novedosos. Ni un poquito. Lo único que quedaba era ver qué tan buen escritor es el autor, osea, temas en este caso de forma mas no de contenido (diferenciación que aplica en especial a este libro, pero ciertamente no a todos, válgamedios de decir semejante disparate).
Y eso también me despertaba curiosidad. ¿Cómo me iba a llevar con un objeto en el cual la forma no resulta demasiado relevante y el contenido me es harto conocido?
Bueno, la respuesta es que me cuesta bastante leerlo. Anderson escribe bien, pero no lo suficiente como para que su prosa resulte atractiva en si misma. Y por lo tanto, me termina aburriendo.
Su blog por supuesto sigue vivo, y es tan o más interesante que antes. La recomendación de leerlo sigue en pié, como siempre, en la lista de links de la derecha. Si después de todo lo que he hablado acerca del asunto, de los terabytes disponibles en internet al respecto, y si llegaron al final de este post pero aún así desconocen de qué va «The long tail», o bien cómprense el libro, o péguense una vuelta por los links que salpican este texto.
Calculo que vale la pena.
Pero con respecto a los libros colaborativos, o libros blogueados, habrá que esperar alguna otra experiencia similar para ver si este es un caso puntual, o si más allá del valor del hecho cultural tomado como globalidad, rinde o no producir un libro de esta manera. O al menos si rinde comprarlo para los que participamos de alguna forma en su generación, más allá de la satisfacción ya mencionada que ese proceso nos deja.
che, seguramente sea por haber perdido la costumbre de escribir en el blog, pero me parece que este post me quedó flojón.
No es que me parezca malo malo, o no lo publicaría. Pero ponele, el final no tiene golpe. Y una de las (pocas) cosas que me gustan de los posts que he escrito en el blog, son sus finales.
en fin